Ginyu vio como el ataque final de Uub se acercaba hacia él. Ni siquiera él
podría parar eso. No podía hacer nada...
Veil estaba furioso. Uub no era más poderoso que él, pero Ginyu todavía no
manejaba su poder lo suficiente como para parar este ataque. No podía dejar que
Ginyu muriese antes de luchar contra su padre. Veil decidió tomar parte de la
situación. Tomó el control de su cuerpo. Era arriesgado, ya que Ginyu podría
enterarse de que él seguía vivo, pero era mejor correr riesgos.
Una vez con el control de su cuerpo, Veil actuó. No podía esquivar ese
ataque, por lo que decidió imitar a Uub. Lanzó su propio SuperMakankôsappô.
Veil tenía la útil habilidad de copiar las técnicas de sus adversarios sólo con
verlas una vez. Y esa técnica de Uub era perfecta para esa situación. El rayo
chocó contra el KameHame y lo empezó a perforar, como un taladro destroza a una
pelota. Veil se salvó. En ese momento descendió al suelo, se des-transformó y
le devolvió el control de su cuerpo a Ginyu.
Ginyu no creía en lo que acababa de pasar. ¿Había sido él el que había
destruido el ataque de Uub? Había sido cómo si alguien controlase su cuerpo en
lugar de él. Pero eso era imposible, ¿no? El alma del chico ahora estaría
dentro de el cuerpo de la rana. Se enfadó consigo mismo. Debería haber
comprobado su antiguo cuerpo. Decidió ir al Monte Paozu y buscar a esa rana.
Tenía que estar seguro de que no quedaba nadie en su nuevo cuerpo. Tenía que
dejar rápido esa zona. Empezó a correr.
Empezó a notar frío. Se había quedado sin energía. Empezó a desvariar. Vio en
el horizonte las luces de un poblado. Tenía llegar hacia allí. Nadie se podía
resistir a un niño congelado. Llegó al poblado y llamó a la primera casa. Un
hombre enorme parecido a Frankenstein abrió la puerta. Ginyu se desmayó.
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